sábado, noviembre 8, 2025
Deportes

Memorias del Trinche, por Héctor Martínez

Los recuerdos sobre Tomás Felipe Carlovich, un jugador del potrero que se convirtió en un crack de la pelota.
Allá por los años 50, apareció un personaje insólito en las canchas rosarinas, era un tal «Haroldo», dueño de una rara habilidad en el manejo de la pelota. En el entretiempo de los partidos domingueros de AFA, vestido de futbolista, se instalaba en el medio del campo de juego haciendo malabares con el balón. «Haroldo» era figura en el recordado Teatro Casino, de Ricchieri y Jujuy y deleitaba a los espectadores con un gran dominio de la pelota.
El tiempo pasó, hasta que apareció en nuestras canchas un futbolista de fino dominio del balón, sorprendiendo a propios y extraños: Tomás Felipe Carlovich, alias «Trinche«. Ya mostraba una personalidad notable, luciendo primero en Rosario Central, después en el recordado cotejo de la selección de AFA en el ´74 y tras jugar en Mendoza, recaló en Tablada, donde gozó de los mejores aplausos del hincha charrúa.
Eran tiempos de ir a la cancha, para ver al «Trinche» armando el equipo de mitad para arriba, tocando al centímetro para un gol de Sullivan, o de otro compañero. El lucía, pero con sentido de equipo.
De aquel cotejo en el Parque Independencia frente a la Selección Nacional que estaba próxima a partir al Mundial de Alemania, conviene aclarar que lo organizó el Círculo de Periodistas Deportivos de Rosario, cuyo Presidente era Carlos Allende, en brillante gestión con la cúpula de la AFA.
Recuerdo que ese partido nocturno se pactó para las 21 en el Parque, y que los elegidos por Carlos Griguol y Juan Carlos Montes se concentraban a las 17 horas, en el recordado Hotel Palace de Corrientes y Córdoba para merendar y luego ir a la cancha. Llegaban los futbolistas, era la hora del té, y estacionaban sus autos en una cochera cercana. Estaba faltando uno, pero pronto apareció. Era Carlovich, con su infaltable bicicleta, integrándose al equipo de canallas y leprosos, él era el único elegido del plantel charrúa, un cuadro del ascenso.
Pensar, que luego en el encuentro con los mundialistas, ese modesto integrante, pasó a ser la figura del partido. La gente se iba en aplausos y el clásico «ole» con amagues y finos pases a Kempes o Zanabria.
Es verdad que en el entretiempo, el delegado de AFA pidió que el «Trinche» fuera suplantado, porque consideraban una burla el pulcro manejo de la pelota. Ellos no esperaban semejante «baile» porque lo estimaban una falta de respeto, en vísperas del viaje a Alemania.
La figura de la noche se quedó sin completar el partido pero feliz por lo hecho. Este combinado local, lució una casaca color granate para diferenciarse del rojinegro y del azul y oro. Hay una anécdota respecto a las camisetas mencionadas, ya que después de pasar por el lavadero se guardaron en la sede de los organizadores, Corrientes al 729, en un séptimo piso. Con el tiempo, se pensó en rifar la casaca del Trinche, idea que no prosperó.
Misteriosamente no apareció, ojalá la hubiera tenido el mejor de ese partido, se la hubieran entregado al «dueño de la pelota».
De su paso por Central, recordaba Tomás Felipe, que no complacía los gustos futbolísticos de su técnico, Enrique Omar Sívori. Valoraba su estilo, pero él pretendía redicir su manejo de la pelota, y que la pasara al mejor ubicado.
Después Sívori se fue a Alemania, para comentar para un medio las alternativas del Mundial, no continuó en Arroyito, y Carlovich pasó a vivir su fútbol en otros lares.
Este gran protagonista del balompié nacional, se diferenció del resto, él jugaba a la pelota, otros jugaban «al fútbol». Lo primero nace en el recordado «potrero», el otro actualmente en una pizarra y mirando videos.
No me imaginé nunca ver a Tomás hoy, entrando del banco y recibiendo las órdenes del técnico. Técnicos que hablan de lo que pretenden y te muestran la pizarra imantada.
Él tenía su propia pizarra en la mente, fue un adelantado, por eso fue lo que fue.
Un tipo sencillo y ubicado, respetuoso del otro, no se burlaba de nadie. Un vecino de barrio aquel al que no le pueden mentir. Laburante, sin esconder el bulto, pasó su vida con modestia, pero honradamente.
Héctor Luis Martínez
Periodista
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