“Voy a morir de amor”, adiós al padre Walter
Hombre de fe, apasionado del Evangelio, un gran catequista, hincha Leproso, un eterno niño, amigo, poeta, un extraordinario cura que nunca se quedó quieto y que llevó su fe a cada rincón de su barrio.
Su gente siente la pérdida del padre Walter Kuhry, quien fiel a su vida y las palabras que pregonaba, dejó este mundo mientras predicaba la palabra de Dios. “Voy a morir de amor”, rezaba una de sus remeras: el 24 de febrero falleció de un infarto, su corazón de amor estalló, pero su obra quedó como semilla en tierra fértil que espera germinar y crecer.
En estas líneas, cuatro voces que describen al padre Walter y la intensa tarea pastoral y social de quien fuera el párroco del templo Nuestra Señora de la Merced, en barrio Saladillo.
La obra del padre Walter
Walter arribó a la Parroquia Nuestra Señora de La Merced para respetar y romper estructuras sobre los modos de hacer previos a su llegada. “Tuvo que ir conquistando corazones”, cuenta Mariana Águeda Zeballos Kil, secretaria de la parroquia.
Al igual que Mariana, Walter Civetta, amigo del sacerdote y miembro del Consejo Económico de la parroquia, destaca la pasión del padre Walter por el evangelio, y su ferviente convicción de salir a la calle al encuentro de los corazones.
“Entendía la misión de Jesús como nadie. Miraba a la persona, que esté en paz con Dios y uno mismo”, relata Civetta. En este sentido, Mariana asegura que “no se fijaba en la situación moral o legal, él iba al encuentro de los corazones. Nos enseñó que Dios vive en cada persona, aún en las personas de mal vivir”.
La combinación de corazón inquieto y apasionado, lo llevó hasta las zonas periféricas: hace dos años comenzó a construir una capilla en Mangrullo, celebró misas debajo del puente de la colectora, y se embarró los pies para estar junto a sus habitantes; a mediados de 2019 inició trabajos en La Paloma, con bautismos, casamientos, y contención de las familias.
“Todo lo que hacíamos era inventar algo para atraer a la gente: salir a caminar, una bicicleteada”, recuerda Civetta. Caravanas de autos y náuticas junto a la Virgen, cine a la reposera y jornadas de juegos para los niños frente al templo, fueron algunas de las actividades organizadas.
En su afán de acercar la iglesia a la gente, tuvo la idea de crear una gruta de la Virgen, para que los feligreses la tuvieran a su alcance. Mariana cuenta que “estaba tan contento con la cantidad de gente que se detenían frente a María que se quedaba fascinado mirando por la ventana”.
Otras obras realizadas en el templo fueron el arreglo del campanario, la construcción de las capillas de la reconciliación, y del Santísimo, la restauración de la pila bautismal y el cinerario. “En Rosario sólo hay dos lugares más, pero éste es el único gratuito para colocar las cenizas, porque (el padre) Walter siempre estaba en desacuerdo con cobrar”, cuenta Civetta sobre el cinerario. Además, comentó que queda para este año la restructuración del retablo, “él quería hacer una escalera para que la gente pudiera acceder a la virgen y tocarla”.
En su rebeldía, logró el consentimiento del Obispo para que niños de 6 años tomen la comunión. Lavó los pies de mujeres el Jueves Santo, antes que el papa Francisco lo haga. Incluso bromeaba diciendo que el sumo pontífice “tenía un espía y lo copiaba”.
“Tenemos su ADN grabado, humanamente fue una pérdida tremenda, pero también sabemos que nos estará acompañando”, asegura con angustia Mariana. “Desde la parte de los afectos y los amigos, lo vamos a extrañar muchísimo”, pronuncia Walter Civetta, en representación de quienes supieron compartir esas comidas de amigos que ahora tendrán una silla vacía.
Barrio Saladillo agradece al padre Walter sus 17 años de enseñanzas, amor y contención.
Los defectos de Walter
Extractos de la homilía del padre Jorge Aloi, del día 25.
“Me gustaría hablar de los defectos de Walter… La raíz de algunos de esos pecados que eran su pasión y su corazón de niño, el corazón de niño que lo hacía recalentar y putear al Obispo, a los curas, a la Iglesia y a ustedes por la incapacidad de escuchar lo que dice Francisco, por la incapacidad de dejar las estupideces que nos enferman, y salir de verdad al encuentro de la gente y conmovernos con el dolor concreto de los otros.
… me daba envidia que tuviera tanta ingenuidad y tanta fe en la iglesia… que todavía creyera que alguna vez vamos a ser una Iglesia como la que sueña Jesús… que alguna vez íbamos a dejar de lado nuestras seguridades… y nos íbamos a poner al servicio del evangelio y de los más pobres.
Lo de la pasión todos lo saben, por eso el tipo se calentaba tanto… Y hoy les puedo decir que a él le dolía muchísimo cuando se daba cuenta…
Era un tipo tan enamorado de Jesús, que no parecía un cura. Parecía más bien uno de esos que conocieron a Jesús y quedaron tan impactados por su mirada, por su propuesta, que decidieron que era más importante anunciarlo por las orillas, salirse de los límites, salirse de las estructuras. Una Iglesia que ojalá todos podamos amar, una Iglesia en la que Walter abrió caminos; un loco que era un poeta, un soñador, un sembrador de esperanzas, un generador de vida, de unidad, de sueños, pero también un amigo que hacía falta…
Ya que muchos no pudimos escucharlo a Walter cuando estaba vivo, lo escucharemos ahora que está resucitado con el Padre, y tengamos el coraje nosotros de salir de la sacristía, de salir de la comodidad y de la cueva, y de salir a la calle a equivocarnos, a lastimarnos, a mancharnos, a enojarnos, pero también a vivir en la frescura y alegría del evangelio, en la locura del evangelio”.


